Durante los años 80, la ciudad de Rochester, en Nueva York, quedó marcada por una ola de crímenes brutales cometidos por Arthur Shawcross, un hombre que ya había estado en prisión por el asesinato de dos niños.
Tras recuperar su libertad, lejos de rehabilitarse, inició una serie de homicidios contra mujeres que reveló las debilidades del sistema judicial estadounidense.
Los primeros crímenes: la infancia como blanco
A mediados de los años 70, Shawcross fue condenado por el asesinato de dos niños de 8 y 10 años en el norte del estado de Nueva York.
Ambos casos mostraron un patrón de extrema violencia, pues además de quitarles la vida, el agresor los atacó sexualmente antes de abandonar sus cuerpos en zonas boscosas.
Pese a confesar los hechos, logró evitar cargos más severos gracias a un acuerdo con la fiscalía.
La sentencia dictada fue de 25 años a cadena perpetua, aunque más tarde se le concedió libertad condicional. Esa decisión, con el tiempo, se convirtió en uno de los errores judiciales más graves de la época.
El inicio de una cadena de feminicidios
Al salir de prisión, Arthur Shawcross se trasladó a Rochester, donde comenzó a atacar a mujeres vulnerables, en su mayoría trabajadoras sexuales. Entre 1988 y 1989, se le atribuyó el asesinato de al menos 13 víctimas, cuyos cuerpos aparecieron en áreas rurales y cerca de ríos.
Los informes forenses revelaron que muchas de ellas fueron estranguladas, mutiladas y, en algunos casos, canibalizadas, lo que aumentó la brutalidad y notoriedad del caso.
La comunidad vivió meses de temor, mientras las autoridades luchaban por identificar y detener al responsable.
Investigación y captura
El perfil criminal de Shawcross llamó la atención del FBI, que colaboró con la policía local en la investigación.
Tras un seguimiento intensivo, fue capturado en 1990 después de que un helicóptero de vigilancia lo detectara rondando una de las zonas donde solía abandonar a sus víctimas.
Durante el juicio, Shawcross confesó varios de los asesinatos y describió con frialdad los métodos que utilizaba.
Fue condenado a 250 años de prisión sin derecho a libertad condicional, pena que cumplió hasta su muerte en 2008 en el Centro Correccional de Albany.
Un caso que expuso fallas judiciales
El historial de Arthur Shawcross generó un amplio debate sobre las políticas de libertad condicional en Estados Unidos.
Su liberación, tras haber asesinado a dos niños, y la falta de seguimiento a su reinserción social permitieron que cometiera crímenes aún más atroces.
El caso es citado hasta hoy como ejemplo de cómo la falta de medidas preventivas y de control sobre exconvictos peligrosos puede desencadenar tragedias irreparables.
Rochester quedó marcada por aquellos años de terror, en los que un asesino serial actuó con libertad, dejando a su paso dolor, indignación y desconfianza hacia el sistema judicial.
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