Cada 1 de diciembre, la familia de Rafael Antonio Tapia Rodríguez revive el dolor de su ausencia y mantiene viva la esperanza de que algún día regrese a casa, pese a que han transcurrido ya 24 años desde su desaparición, ocurrida en 2001 cuando viajaba desde La Vega hacia Jarabacoa.
Su hija, Judit Tapia, recuerda con profunda tristeza que su madre había fallecido seis años antes, por lo que su padre era el principal sostén emocional de ella y de sus cuatro hermanos. “Fue muy difícil para nosotros. Cada primero de diciembre lo recordamos, con la esperanza de que llegue a su casa. Yo siempre mantengo la esperanza”, expresó entre lágrimas.
El día previo a su desaparición
Judit relata que el sábado 30 de noviembre de 2001 compartió con su padre en su hogar, en Yerba Buena, Jarabacoa. Estaban cocinando y, aunque él intentó mostrarse normal, lo notó tenso y distraído. Más tarde, cuando regresó del trabajo, encontró la pasola de su padre afuera, algo inusual, pero no sospechó que sería la última vez que vería señales de él.
A la mañana siguiente, sus hermanos llegaron llorando con una carta encontrada en la casa. En ella, su padre escribió un mensaje de despedida y algunas instrucciones sobre la vivienda que estaban construyendo. Sin embargo, para Judit, esa nota no confirma un suicidio. “No creo que se fuera tan lejos a quitarse la vida. Nunca apareció su cadáver”, afirmó.
Una desaparición rodeada de incertidumbre
Tras contratar investigadores privados y acudir a las autoridades sin respuestas, Judit recuerda que solo lograron mayor atención al caso cuando fue personalmente a Santo Domingo a hablar con Pedro Candelier, entonces jefe de la Policía Nacional y amigo cercano de su padre. Fue entonces cuando enviaron brigadas de búsqueda, aunque sin resultados.
La última persona que vio a Rafael Antonio con vida fue un amigo de la familia, quien asegura haberlo observado esperando y abordando un vehículo blanco en dirección a Jarabacoa. Llevaba en la mano un objeto negro que parecía una cartera.
A pesar de algunos indicios y rumores, como una supuesta persona parecida a él en Baní —que luego se comprobó no era él—, la familia nunca recibió información concreta sobre su paradero.
Un hombre servicial y comprometido
Rafael Antonio Tapia Rodríguez, oriundo de Güaigüí en La Vega, había construido su vida en Jarabacoa. Trabajó como inspector de la Secretaría de Trabajo, fue colaborador político del PRD durante el gobierno de Hipólito Mejía y posteriormente se desempeñó como policía municipal, siendo uno de los fundadores de esa institución.
Hoy tendría 77 años. Su hija lo describe como un hombre dinámico, solidario y siempre dispuesto a ayudar a los demás.
Sin respuestas tras 24 años
A pesar del tiempo transcurrido, la familia continúa sin respuestas. “No sabemos si le hicieron daño, no sabemos qué pensar”, lamenta Judit, quien también expresó su frustración por la falta de atención de las autoridades hacia los casos de personas desaparecidas.
“Lamentablemente estamos desamparados con la justicia dominicana. Aquí en Jarabacoa han pasado muchas desapariciones y nunca se sabe nada”, denuncia.
La familia de Rafael Antonio mantiene la esperanza de encontrar algún indicio que permita cerrar esta larga y dolorosa incertidumbre, mientras cada aniversario renueva el clamor por respuestas y justicia.








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