Dary Terrero
En su primer mensaje del Regina Coeli, el Papa León XIV pronunció palabras que evocaron la histórica invitación de San Juan Pablo II, al exhortar a los jóvenes del mundo a acoger con valentía la llamada de Cristo. Desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, el nuevo Pontífice pidió no temer al compromiso con la fe ni al servicio dentro de la Iglesia.
El mensaje se dio en el marco de la 62ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, celebrada este domingo ante una multitud de más de cien mil fieles congregados en la Plaza de San Pedro.
Un llamado directo a los jóvenes
“¡No tengan miedo!” exclamó con fuerza el Papa León XIV, retomando el clamor que marcó el inicio del pontificado de San Juan Pablo II en 1978.
Su exhortación fue clara y firme: abrazar la vida cristiana con determinación y esperanza.
En su homilía, el Santo Padre subrayó la urgencia de una juventud dispuesta a responder al llamado de Dios, en una época marcada por el individualismo y la indiferencia espiritual.
Dirigiéndose a los jóvenes del mundo, el Papa añadió: “¡Acepten la invitación de la Iglesia y de Cristo el Señor! Sean generosos, den el paso, no se dejen paralizar por el miedo o la duda”.
El Buen Pastor como símbolo del liderazgo
La jornada coincidió con el Cuarto Domingo de Pascua, conocido como el Domingo del Buen Pastor, fecha que simboliza la guía y cercanía de Cristo con su pueblo.
León XIV aprovechó la ocasión para recordar que el Papa, como Obispo de Roma, está llamado a ser el primer servidor de la Iglesia, siguiendo el modelo de Jesús que da la vida por sus ovejas.
El nuevo Pontífice destacó que su elección no fue fruto de mérito personal, sino una responsabilidad otorgada por el Espíritu Santo. “Estoy aquí para servir, no para ser servido”, expresó ante el aplauso emocionado de los asistentes.
Una Iglesia que necesita nuevas vocaciones
Durante su mensaje, el Papa hizo un enérgico llamado a promover y acompañar las vocaciones religiosas. Invitó a las familias, comunidades parroquiales y movimientos eclesiales a convertirse en semilleros de nuevos discípulos comprometidos con el Evangelio.
Alertó también sobre la falta de sacerdotes y consagrados en muchas regiones del mundo, lo que limita la acción pastoral y sacramental de la Iglesia. “Necesitamos manos, corazones y vidas entregadas al Reino de Dios”, afirmó.
El Papa León XIV cerró su alocución con una bendición especial a todos los jóvenes que están discerniendo su vocación, alentándolos a confiar en la guía del Espíritu y en la compañía de María, Madre de la Iglesia.
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