En los últimos años, la ciudad de Santo Domingo ha vivido el colapso del tránsito como una cruel realidad que pone a prueba la paciencia y la movilidad de sus ciudadanos.
Los constantes entaponamientos y las dificultades para llegar de un punto a otro sin importar la distancia, se han convertido en una problemática que lleva años enfrentando la capital de la República Dominicana.
Al parecer en Santo Domingo, la “ciudad del empanamiento”, en donde las soluciones parecen más lejos que nunca.
A pesar de los numerosos proyectos e iniciativas que se han anunciado con bombos y platillos, la mayoría se han quedado en el olvido, porque se han interpuesto intereses personas por encima del interés colectivo.
Este cúmulo de decisiones erráticas ha dejado a la población desamparada frente a un sistema de transporte que no solo es ineficiente, sino también peligroso.
El reciente nombramiento del ingeniero Milton Morrison como director ejecutivo del Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (INTRANT) refleja, una vez más, la desconexión entre las autoridades y las necesidades del pueblo.
Porque Morrison, quien viene de una gestión cuestionada en el sector eléctrico, carece de experiencia en el manejo de la ley 63-17 sobre movilidad, tránsito, transporte terrestre y seguridad vial.
¿Cómo se puede esperar que alguien sin conocimientos específicos sobre esta materia lidere la institución responsable de articular soluciones integrales?
¿Cómo podemos tener confianza en el nombramiento de un funcionario que viene de múltiples cuestionamientos en su antigua gestión?
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